La mujer que robó mis sueños
Llegué casa luego de doblar turno en mi trabajo, solo alcancé a ducharme y me quedé dormido en el sofá de la sala viendo la televisión.
No se cómo apareció, solo recuerdo que se me acercó y como si nos hubiésemos conocido, me dijo extendiéndome su brazo:
—Camina junto a mi.
Salimos a un bosque, quise apreciarla bien, ¡no podía creerlo!, el verdor del campo contrastaba perfectamente con su silueta; le di la “vueltita”; medía un metro setenta y tres centímetros, delgada, mestiza, ojos achinados, cabello lizado largo color dorado; llevaba puesto un vestido azul de una pieza amarrado con un lazo grande en la parte posterior y zapatillas deportivas.
Arranqué una flor y se la puse en la oreja; no había nadie cerca de nosotros; a lo lejos divisé un arroyo y le propuse nadar, aceptó muy alegre.
El olor del campo, el volar de los pájaros de colores, el sonido de una cascada, era el cuadro perfecto para un momento de pasión y desenfrenada lujuria; no podía creer mi suerte.
Se sacó los zapatos, entró al agua; la detuve y pregunte con timidez:
—¿Puedo sacarte el vestido?
Con una sonrisa y moviendo su cabeza de arriba abajo, aceptó.
Fue grande mi sorpresa al ver su cuerpo desnudo, no llevaba interior!
De verdad que me emocioné y me sentí afortunado.
Su figura era perfecta; centré mí mirada en sus labios, en sus firmes y frescos senos, miré su cintura delgada y su grande trasero.
Me acerqué a darle un beso, …soy un romántico, tomé su mano y fui besando su brazo lentamente, oliendo su perfume; cerré mis ojos, sentí el suave calor de su piel en la mía; llegué al cuello y se ruborizó al percibir mi lengua húmeda saboreando su piel canela; posé mi mano delicadamente acariciando sus tiernos pechos; gemía sonidos sensuales entrecortados que me motivaban más; al acercar mi cara a la suya para darle un beso y probar el néctar de sus labios carnosos: escuché la voz de mi madre gritándome;
—¡Muchacho de mierda! otra vez; ¿por qué te quedas dormido aquí en el sofá y no vas a tu dormitorio?
Desde aquel momento, la busco; nunca más se volvió a aparecer en mis sueños.
…Hoy que no está mi madre, ¡la busco y no la encuentro!
Prohibida su difusión y reproducción sin autorización de su autor: Pablo Dávalos.
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Guayaquil – Ecuador 2021
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