Entrevista al viejo Pedro Navaja
Mi editor me envío hacer una cobertura a la cárcel, la Prensa no se ha enterado; pero, aquel ladrón que asestó una mortal puñalada a una prostituta cubana para robarle, y que recibió un disparo de la moribunda mujer; no había muerto.
Lo entrevisté en la sala de espera de
la vieja prisión de New York, este lugar es horrible, sucio, descuidado y para
incomodarme más, percibo un desagradable olor a cloaca. Vi que al abrirse la
puerta entro un hombre delgado, encorvado, la camisa entreabierta me deja ver
en sus huesudas costillas dos tatuajes: un águila americana y un tigre de
bengala, pero por su mala tinta y el pasar del tiempo, ahora parecían una
gallina mojada y un gato siamés; era fácil notar en su arrugado y chupado
rostro sin afeitar enormes ojeras, su globo ocular era completamente amarillo y
una tos muy aguda.
Nos saludamos, tiene una voz grave, muy ronca, debe haber fumado mucho a
lo largo de su vida, le ofrecí mi pañuelo para que se cubra la boca y le
pregunte;
—¿Qué pasó don Pedro aquella madrugada
que los paramédicos lo encontraron herido en la calle y lo creyeron muerto,
cuénteme?
Con carraspera y tosiendo inicio su relato; —Caminaba en la madrugada por el viejo barrio hispano, donde están bares, shows,
usted sabe, donde caminamos los dandis; aquella noche llevaba puesto un largo
gabán y como hacía frio tenía las manos en los bolsillos, donde ocultaba mi
filoso cuchillo, siempre he llevado mis gafas Rayban, para que no sepan que los
chequeo, mi sombrero tipo panamá hat y zapatos de goma, para que sea fácil correr
y no hagan ruido, ahhh, —sin parar de toser, continuaba:
—Míreme, aquí tenía un diente de oro, —mire, abriendo los labios me
enseño su encía, donde pude observar un enorme hueco, sus dientes estaban
raídos por morder cosas duras y destapar botellas.
—Aquí tenía un diente de oro, prosiguió, cuando me trajeron del
hospital, ocho pandilleros, viejos rivales, me agarraron y me sacaron sin
piedad el diente con un playo-alicate.
—Bueno, …cómo tres cuadras vi a una mujer que cruzaba varias veces la
calle en zig zag, entró a un zaguán; pasó a mi lado muy despacio un carro sin
placas, los reconocí que son policías; caminé apretando mi puñal, mirando de un
lado a otro, la calle estaba completamente vacía; crucé sigilosamente al verla
salir refunfuñando.
—Vi que de su abrigo sacaba algo y lo iba a poner en la cartera, seguro
estaba que era el dinero que hizo en toda la noche, mi diente de oro
brilló a la luz de la noche, me le eché encima y le metí el puñal sin
pronunciar palabra, le iba a quitar el dinero; pero, escuché un disparo, seguro
estoy que era una pistola calibre 45, que me tumbó, recuerdo haberla
reconocido; era mi vecina que herida me decía:
—'Yo que pensaba: hoy no es mi día, estoy sala', pero, Pedro Navaja, tú
estás peor: tú estás en na'.
—De ahí no sé qué pasó, desperté 33 días después en el hospital, vino un
reportero como usted y le conté la misma historia, pero nunca la publicó;
escuché al tiempo una canción; ahora está en la radio, televisión, obras de
teatro, revistas, dibujos animados y hasta películas han hecho con mi historia
y mi nombre; la canta Willy Colón, esperé una ayuda porque se han hecho
millonarios, mientras yo aquí vivo sufriendo; mi mujer me abandonó´, hasta mis
hijos le dicen papá al marido de mi mujer.
—¿Quién lo iba a pensar?, Estaba ante el legendario “Pedro Navaja”—,
sorprendido me despedía, —llamaré a mis contactos y veré que puedo hacer
para ayudarlo; —le dejé el pañuelo, veinte dólares y salí
emocionado. Contento fui a contarle este asombroso hallazgo
que estaría en primera plana, y al verme me preguntó:
—¿Fuiste donde el tal Pedro?
—Si jefe, respondí, mire él es..
Me interrumpió, olvida esa historia, es extemporánea, cogieron a Juanito
alimaña
—Anda entrevístalo.
“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida' ¡ay,
Dios!”
Autor: Pablo
Dávalos
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de su autor: Pablo Dávalos.
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